De lo que vais a leer tan sólo puedo deciros que es un relato complementario de Damned Town. Tenía bastantes ganas de escribirlo, pero os digo que es un relato un poco lento y muy duro. Mañana seguramente edite esta entrada o publique otra y os explique un poquito el contexto.
Disfrutad de la lectura.
Nacimiento
– ¿Empiezo ya?
La niña miraba impaciente a la
señora que tenía delante. Se había presentado como la señorita Tatiana, aunque
a ella le parecía que era incluso más mayor que su madre. Había estado un rato
preguntándole cómo estaba y dedicándole sonrisas cargadas de ánimo pero cada
vez que miraba la carpeta su mirada se ensombrecía y parecía dudar si decir
algo. Cuando la pequeña le preguntó por su hermana, Tatiana le sonrió de verdad
y le prometió que cuando acabaran la llevaría con ella, pero al preguntarle
sobre papá y mamá el rostro de la mujer se ensombreció. Al final, tras la
insistencia de la niña, Tatiana le pidió que le contara sobre su hermana. Le
había parecido un poco raro el cambio de tema y que le dijera que podía dejar
de hablar si lo necesitaba, pero a su pequeña cabecita no le preocupaba porque le
encantaba hablar de su hermanita.
–Empieza cuando quieras May,
cuéntame desde cuando supiste que ibas a tener una hermanita. – La señora le
sonrió, se acomodó en la butaca y preparó un bolígrafo. Por su parte la niña se
puso seria un momento.
–Mayen, a papá no le gusta que
acorten mi nombre. – La niña recuperó su sonrisa– Es la ciudad donde papá y
mamá se conocieron.
–Claro Mayen. – La mujer escribió
algo en su carpeta– Bueno, cuéntame cuando te lo dijeron.
–Fue hace mucho tiempo, pero me
acuerdo muy bien. Había estado preocupada por mamá, desde hacía algún tiempo,
la barriga le había estado creciendo y aunque parecía feliz a veces se
encontraba mal. Yo le preguntaba a papá que qué le ocurría, pero él tan sólo me
decía que era algo bueno.
»Esa mañana fuimos al parque. Yo estaba muy feliz porque hacía mucho tiempo que no íbamos, y papá y mamá también parecían muy felices. Después de dar un paseo me compraron un helado y nos sentamos al lado del lago. Ellos estaban abrazados y sonreían. Cuando me acabé el helado y me quise ir a jugar papá me dijo que esperase. Pensé que me iba a acompañar, pero me hizo sentarme entre él y mamá. Me preguntaron que si me haría ilusión tener alguien con quien jugar y yo les dije que sí. Entonces ellos me dijeron que pronto lo tendría porque iba a tener una hermanita. Me alegré muchísimo cuando me lo dijeron y los abracé a los dos.
Más tarde ese día vino tío Leo a cenar. Tío Leo no es mi tío de verdad, pero es el mejor amigo de papá y mamá así que lo llamo así. Papá dice que lo conoció en China cuando aún vivía allí con los abuelos, dice que gracias a él pudo llegar aquí y por eso es una de las personas que más le importan. Estuvieron celebrando hasta muy tarde, aunque mamá no bebió cerveza y siguieron celebrando después de que yo me durmiese.
Los siguientes meses fueron muy divertidos. Iba mucho a pasear con mamá y papá, y juntos buscábamos nombres para mi hermanita. La barriga de mamá seguía creciendo y cuando pregunté papá me dijo que mi hermanita estaba creciendo allí dentro y que saldría cuando fuera lo suficientemente grande. Yo no me lo creía, pero si lo decía papá tenía que ser verdad.
Un día mamá empezó a encontrarse muy mal, pero ella y papá parecían más felices e impacientes. Papá cogió el coche y todos fuimos al edificio blanco, creo que era el mismo al que fui hace poco. Los señores con batas se llevaron a mamá en una silla de ruedas y papá pasó con ellos. Una señorita muy guapa con un gorro blanco me hizo compañía y me explicó que pronto nacería mi hermanita. Me hizo muchísima ilusión aunque poco a poco me fui aburriendo de esperar, la señorita tenía que trabajar y no siempre estaba conmigo. Más tarde vino tío Leo, también estaba muy impaciente, me hizo compañía y jugó conmigo. Papá salía de vez en cuando a hacernos compañía, pero casi siempre estaba con mamá. Cuando fue hora de comer tío Leo me llevó a la cafetería y luego otra vez cuando fue hora de cenar. A media tarde papá dejó de salir a hacernos compañía y estuvo todo el rato con mamá.
Yo me quedé dormida, pero me despertó tío Leo cuando papá volvió a salir. Iba a preguntarle por mi hermanita y mamá, pero él parecía muy enfadado y ni nos miró cuando pasó a nuestro lado. Tío Leo tampoco sabía que pasaba, cuando le preguntó preocupado a la señorita que también había salido de la sala le dijo que la madre y la niña estaban bien. La chica nos llevó a la sala donde estaba mamá, ella estaba dormida y me dijeron que tenía que descansar, así que no la molestamos. Luego tío Leo me llevó a otra sala, esta era muy grande y estaba llena de cunas de plástico en las que había muchos bebés. La chica nos señaló una y tío Leo me levantó para que pudiera verla bien. El bebé que había dentro era el más bonito que había visto nunca, tenía un poco de pelo marrón oscuro y una carita redonda con una sonrisa. Me dijeron que era mi hermanita, y yo me alegré mucho aunque no me dejaron tocarla porque también tenía que dormir.
Más tarde, cuando mamá se despertó le llevaron a mi hermanita. Mamá estaba muy feliz pero cuando la vio de cerca se le borró la sonrisa durante un momento. Le pregunté que le pasaba y ella sólo me dijo que se había quedado impresionada de lo bonita que era, así que le di la razón. Me quedé a dormir en la habitación en la que estaba mamá y tío Leo también se quedó. Por la mañana él nos llevó a mamá, a mi hermanita y a mí a casa, aunque no se quedó luego con nosotros.
»Esa mañana fuimos al parque. Yo estaba muy feliz porque hacía mucho tiempo que no íbamos, y papá y mamá también parecían muy felices. Después de dar un paseo me compraron un helado y nos sentamos al lado del lago. Ellos estaban abrazados y sonreían. Cuando me acabé el helado y me quise ir a jugar papá me dijo que esperase. Pensé que me iba a acompañar, pero me hizo sentarme entre él y mamá. Me preguntaron que si me haría ilusión tener alguien con quien jugar y yo les dije que sí. Entonces ellos me dijeron que pronto lo tendría porque iba a tener una hermanita. Me alegré muchísimo cuando me lo dijeron y los abracé a los dos.
Más tarde ese día vino tío Leo a cenar. Tío Leo no es mi tío de verdad, pero es el mejor amigo de papá y mamá así que lo llamo así. Papá dice que lo conoció en China cuando aún vivía allí con los abuelos, dice que gracias a él pudo llegar aquí y por eso es una de las personas que más le importan. Estuvieron celebrando hasta muy tarde, aunque mamá no bebió cerveza y siguieron celebrando después de que yo me durmiese.
Los siguientes meses fueron muy divertidos. Iba mucho a pasear con mamá y papá, y juntos buscábamos nombres para mi hermanita. La barriga de mamá seguía creciendo y cuando pregunté papá me dijo que mi hermanita estaba creciendo allí dentro y que saldría cuando fuera lo suficientemente grande. Yo no me lo creía, pero si lo decía papá tenía que ser verdad.
Un día mamá empezó a encontrarse muy mal, pero ella y papá parecían más felices e impacientes. Papá cogió el coche y todos fuimos al edificio blanco, creo que era el mismo al que fui hace poco. Los señores con batas se llevaron a mamá en una silla de ruedas y papá pasó con ellos. Una señorita muy guapa con un gorro blanco me hizo compañía y me explicó que pronto nacería mi hermanita. Me hizo muchísima ilusión aunque poco a poco me fui aburriendo de esperar, la señorita tenía que trabajar y no siempre estaba conmigo. Más tarde vino tío Leo, también estaba muy impaciente, me hizo compañía y jugó conmigo. Papá salía de vez en cuando a hacernos compañía, pero casi siempre estaba con mamá. Cuando fue hora de comer tío Leo me llevó a la cafetería y luego otra vez cuando fue hora de cenar. A media tarde papá dejó de salir a hacernos compañía y estuvo todo el rato con mamá.
Yo me quedé dormida, pero me despertó tío Leo cuando papá volvió a salir. Iba a preguntarle por mi hermanita y mamá, pero él parecía muy enfadado y ni nos miró cuando pasó a nuestro lado. Tío Leo tampoco sabía que pasaba, cuando le preguntó preocupado a la señorita que también había salido de la sala le dijo que la madre y la niña estaban bien. La chica nos llevó a la sala donde estaba mamá, ella estaba dormida y me dijeron que tenía que descansar, así que no la molestamos. Luego tío Leo me llevó a otra sala, esta era muy grande y estaba llena de cunas de plástico en las que había muchos bebés. La chica nos señaló una y tío Leo me levantó para que pudiera verla bien. El bebé que había dentro era el más bonito que había visto nunca, tenía un poco de pelo marrón oscuro y una carita redonda con una sonrisa. Me dijeron que era mi hermanita, y yo me alegré mucho aunque no me dejaron tocarla porque también tenía que dormir.
Más tarde, cuando mamá se despertó le llevaron a mi hermanita. Mamá estaba muy feliz pero cuando la vio de cerca se le borró la sonrisa durante un momento. Le pregunté que le pasaba y ella sólo me dijo que se había quedado impresionada de lo bonita que era, así que le di la razón. Me quedé a dormir en la habitación en la que estaba mamá y tío Leo también se quedó. Por la mañana él nos llevó a mamá, a mi hermanita y a mí a casa, aunque no se quedó luego con nosotros.
–Eso fue hace dos años. Ahora
tienes seis años, ¿no? Te acuerdas muy bien de todo pese a ser muy pequeña.
–Me faltan dos mese para cumplir
los seis, pero me acuerdo de todo porque mamá siempre decía que había que
guardar muy bien los recuerdos felices y dejar volar los tristes, o algo así.
–Entonces, ¿te acuerdas de lo que
ha pasado hasta ahora?
–Más o menos, ¿te lo cuento?
–Sí, por favor.
–Bueno, no me acuerdo de muchas
cosas y algunas no las tengo muy claras.
»Me acuerdo de que cuando regresamos a casa mamá no estaba muy feliz y cuando entramos vi que papá tampoco. Él le dijo que tenían que hablar y mamá lloró. Yo estaba muy preocupada pero ella me dijo que no pasaba nada y que me quedara en el salón con la tele. Ella dejó a Trau en nuestro cuarto, porque hacía poco habíamos ido a comprar las cosas para el bebé, y se metió en la habitación con papá. El salón está pegando a su cuarto, así que cuando se pusieron a discutir me fui. No sabía por qué discutían, pensaba que a lo mejor había algo malo con Trau, así que me fui a nuestro cuarto y con un taburete me puse a mirar a través de los barrotes de la cuna. Mi hermanita se había despertado y me miraba con una sonrisa desde donde estaba. Como pensaba no había nada con ella. Ahora podía ver sus ojitos muy bien, los tenía grandes y redondos, de un color un poco más verde que los azules de mamá y míos.
Pensé que podría ser por sus ojos, que no eran achinados como los de papá y los míos, pero no creía que fuera eso porque mamá tampoco los tenía achinados y a papá le gustaba ella.
Papá y mamá siguieron discutiendo mucho más tiempo. Al final se fueron callando y cuando salieron no se hablaban y ni siquiera se miraban. Mamá parecía haber estado llorando, pero papá no se quedó a consolarla, se fue y no dijo a dónde.
Le pregunté a mamá que le pasaba, pero ella me dijo que eran cosas de mayores. También me dijo que a partir de ahora dormiría en mi cuarto y me preguntó cómo estaba Trau. Yo me alegré mucho y le dije que Trau se había despertado y que era una niña monísima. Conseguí que volviera a sonreír, pero cuando le dije que tenía unos ojos verdosos preciosos se echó a llorar otra vez.
A partir de entonces papá y mamá dejaron de ser tan felices. Apenas hablaban y nunca se miraban. Mamá se pasaba el día cuidándonos a mí y a Trau, y papá estaba muy poco tiempo en casa. Papá aún jugaba conmigo, pero no se acercaba a Trau.
Un día tío Leo vino a casa cuando papá no estaba y habló con mamá. A partir de entonces él venía muy a menudo a jugar conmigo y con Trau.
En poco tiempo Trau creció muchísimo. Cuando era algo más grande, la apuntaron a la misma guardería que a mí. Desde entonces apenas estábamos en casa, y cuando llegábamos cenábamos y dormíamos. Apenas veíamos a nuestros padres y cuando los veíamos nunca se hablaban, tampoco discutían pero creo que esto es peor.
Y bueno, ha sido así hasta ahora.
»Me acuerdo de que cuando regresamos a casa mamá no estaba muy feliz y cuando entramos vi que papá tampoco. Él le dijo que tenían que hablar y mamá lloró. Yo estaba muy preocupada pero ella me dijo que no pasaba nada y que me quedara en el salón con la tele. Ella dejó a Trau en nuestro cuarto, porque hacía poco habíamos ido a comprar las cosas para el bebé, y se metió en la habitación con papá. El salón está pegando a su cuarto, así que cuando se pusieron a discutir me fui. No sabía por qué discutían, pensaba que a lo mejor había algo malo con Trau, así que me fui a nuestro cuarto y con un taburete me puse a mirar a través de los barrotes de la cuna. Mi hermanita se había despertado y me miraba con una sonrisa desde donde estaba. Como pensaba no había nada con ella. Ahora podía ver sus ojitos muy bien, los tenía grandes y redondos, de un color un poco más verde que los azules de mamá y míos.
Pensé que podría ser por sus ojos, que no eran achinados como los de papá y los míos, pero no creía que fuera eso porque mamá tampoco los tenía achinados y a papá le gustaba ella.
Papá y mamá siguieron discutiendo mucho más tiempo. Al final se fueron callando y cuando salieron no se hablaban y ni siquiera se miraban. Mamá parecía haber estado llorando, pero papá no se quedó a consolarla, se fue y no dijo a dónde.
Le pregunté a mamá que le pasaba, pero ella me dijo que eran cosas de mayores. También me dijo que a partir de ahora dormiría en mi cuarto y me preguntó cómo estaba Trau. Yo me alegré mucho y le dije que Trau se había despertado y que era una niña monísima. Conseguí que volviera a sonreír, pero cuando le dije que tenía unos ojos verdosos preciosos se echó a llorar otra vez.
A partir de entonces papá y mamá dejaron de ser tan felices. Apenas hablaban y nunca se miraban. Mamá se pasaba el día cuidándonos a mí y a Trau, y papá estaba muy poco tiempo en casa. Papá aún jugaba conmigo, pero no se acercaba a Trau.
Un día tío Leo vino a casa cuando papá no estaba y habló con mamá. A partir de entonces él venía muy a menudo a jugar conmigo y con Trau.
En poco tiempo Trau creció muchísimo. Cuando era algo más grande, la apuntaron a la misma guardería que a mí. Desde entonces apenas estábamos en casa, y cuando llegábamos cenábamos y dormíamos. Apenas veíamos a nuestros padres y cuando los veíamos nunca se hablaban, tampoco discutían pero creo que esto es peor.
Y bueno, ha sido así hasta ahora.
–No quiero que te esfuerces si no
puedes recordarlo, ¿pero sabes qué pasó el jueves por la tarde?– La mujer
miraba alternativamente a sus notas y a la niña de forma ansiosa. Necesitaba
que recordara, por su bien y por el de la investigación.
Mayen miró a Tatiana un poco
extrañada, pero intentó recordar. Al ver que iba a intentarlo, la mujer
encendió la grabadora.
–El jueves estábamos todos en casa.
Como era fiesta nosotras no teníamos guardería y papá no tenía trabajo ni bar
al que irse. Por la mañana él se fue a dar un paseo, y creo que mientras vino
tío Leo. Se encerró con mamá en la cocina y se pusieron a hablar, discutieron
un poco pero luego volvieron a hablar calmados. Tío Leo ya no estaba tan alegre
como cuando había llegado, pero igualmente se puso a jugar con Trau y conmigo.
»Cuando llegó papá ya era la hora de comer. Tío Leo no se había ido, pero papá ni lo saludó cuando entró en casa. Mientras comíamos mamá le dijo a papá que tenían que hablar, y él asintió. Cuando acabamos de comer mamá nos mandó jugar en el cuarto a Trau y a mí. Estuvimos jugando con nuestras muñecas hasta que empezamos a oír gritos en la cocina, era la peor pelea que habían tenido y esta vez también estaba tío Leo. Trau se puso a llorar y yo intenté calmarla, no se me daba tan bien como a mamá, pero le canté una nana y le dije que se quedara debajo de la cama de mamá y se calmó un poco.
Yo estaba muy asustada, pero salí a mirar. Vi cómo papá pegaba al tío Leo y lo echaba de casa. Mamá estaba muy asustada en un rincón y le pedía que por favor se calmara. Yo no sabía qué hacer, nunca había visto a papá así. Me quedé donde estaba, escondida detrás del marco de la puerta. Quería saber qué pasaba pero ninguno se calmaba. –La niña empezó a gimotear. –No me acuerdo de mucho más. Sé que papá le gritaba cosas horribles a mamá, cosas que me habían dicho que nunca le dijese a nadie. Gritos y más gritos, al cabo de un rato mamá le suplicó que parara. Él no le hizo caso y siguió gritándole cada vez más fuerte, y cuando mamá volvió a pedirle que se calmara, le pegó. –La niña sollozó, pero cuando la mujer hizo un amago de decirle que podía parar si lo necesitaba ella negó. –Papá nunca había pegado a nadie, y mucho menos a mamá. Mamá gritó, se asustó mucho e intentó ir hacia la puerta, pero papá la cogió del pelo. Yo no quería ver lo que pasaba, pero no podía moverme. Estaba muy asustada, a mi espalda podía oír a Trau sollozando en la habitación, pero no podía hacer nada. Papá empezó a golpear a mamá, ella se movía intentando soltarse, pero él la siguió golpeando. Luego ella dejó de moverse, y un rato después papá dejó de golpearla. Trau seguía gimoteando en la habitación y papá se giró y me vio. Yo tenía miedo de que viniera a por nosotras, pero cuando me vio se puso triste. Salió de casa y nos dejó solas. Sabía que mamá estaba mal, pero tenía demasiado miedo. Volví a nuestro cuarto, abracé a Trau y estuvimos juntas hasta que llegaron los hombres de uniforme y nos trajeron aquí.
»Cuando llegó papá ya era la hora de comer. Tío Leo no se había ido, pero papá ni lo saludó cuando entró en casa. Mientras comíamos mamá le dijo a papá que tenían que hablar, y él asintió. Cuando acabamos de comer mamá nos mandó jugar en el cuarto a Trau y a mí. Estuvimos jugando con nuestras muñecas hasta que empezamos a oír gritos en la cocina, era la peor pelea que habían tenido y esta vez también estaba tío Leo. Trau se puso a llorar y yo intenté calmarla, no se me daba tan bien como a mamá, pero le canté una nana y le dije que se quedara debajo de la cama de mamá y se calmó un poco.
Yo estaba muy asustada, pero salí a mirar. Vi cómo papá pegaba al tío Leo y lo echaba de casa. Mamá estaba muy asustada en un rincón y le pedía que por favor se calmara. Yo no sabía qué hacer, nunca había visto a papá así. Me quedé donde estaba, escondida detrás del marco de la puerta. Quería saber qué pasaba pero ninguno se calmaba. –La niña empezó a gimotear. –No me acuerdo de mucho más. Sé que papá le gritaba cosas horribles a mamá, cosas que me habían dicho que nunca le dijese a nadie. Gritos y más gritos, al cabo de un rato mamá le suplicó que parara. Él no le hizo caso y siguió gritándole cada vez más fuerte, y cuando mamá volvió a pedirle que se calmara, le pegó. –La niña sollozó, pero cuando la mujer hizo un amago de decirle que podía parar si lo necesitaba ella negó. –Papá nunca había pegado a nadie, y mucho menos a mamá. Mamá gritó, se asustó mucho e intentó ir hacia la puerta, pero papá la cogió del pelo. Yo no quería ver lo que pasaba, pero no podía moverme. Estaba muy asustada, a mi espalda podía oír a Trau sollozando en la habitación, pero no podía hacer nada. Papá empezó a golpear a mamá, ella se movía intentando soltarse, pero él la siguió golpeando. Luego ella dejó de moverse, y un rato después papá dejó de golpearla. Trau seguía gimoteando en la habitación y papá se giró y me vio. Yo tenía miedo de que viniera a por nosotras, pero cuando me vio se puso triste. Salió de casa y nos dejó solas. Sabía que mamá estaba mal, pero tenía demasiado miedo. Volví a nuestro cuarto, abracé a Trau y estuvimos juntas hasta que llegaron los hombres de uniforme y nos trajeron aquí.
La mujer apagó la grabadora, dio la
vuelta a la mesa y abrazó a la niña, que ahora lloraba desconsolada. Los
recuerdos bloqueados habían regresado y a la niña le había costado contar la
última parte de su historia.
Las notas de la carpeta de la mujer
contaban por encima lo que había podido recabar la policía. El jueves, hace
apenas dos días, llegó a comisaría un hombre asiático en estado de shock y con
las manos ensangrentadas. Después de identificarlo e ir a su domicilio, la
policía encontró el cuerpo de su esposa en el salón y a sus dos hijas
escondidas en uno de los dormitorios. Las niñas no tenían lesiones pero estaban
ambas en estado de shock, así que las internaron en el hospital. Más tarde, la
policía descubrió las huellas de otro hombre en el domicilio, Leonard Thompson.
La policía descubrió el cadáver de Leo en su domicilio, un suicidio claro
aunque sin nota.
El padre confesó el asesinato de su esposa, pero la policía necesitaba más datos. Y por eso enviaron a la sicóloga infantil del hospital hablar con las niñas y grabar cualquier testimonio que les fuera útil.
El padre confesó el asesinato de su esposa, pero la policía necesitaba más datos. Y por eso enviaron a la sicóloga infantil del hospital hablar con las niñas y grabar cualquier testimonio que les fuera útil.
Tatiana tan solo esperaba que la
grabación mereciese la pena. Su experiencia le decía que a la larga es mejor no
dejar que los niños repriman recuerdos, pero aun así había tenido sus reparos a
la hora de aceptar. Pese a eso lo había hecho y aún no era capaz de decidir si
había sido una buena idea. Ahora su único deber sería asegurarse de que las
niñas reciban la atención sicológica que necesitan, pero ella había decidido
encargarse ella misma de cuidarlas hasta que estuvieran bien. Después de eso se
las llevarían a una casa de acogida y lo más seguro es que no volviera a saber
más de ellas.
La niña volvió a levantar la cabeza
para preguntar si Trau lo sabía. Tatiana negó con la cabeza y Mayen sonrió
aliviada. Lo último que pensó antes de caer rendida de sueño, es que su
hermanita no tenía porqué descubrir qué había pasado, para que las lágrimas no
volviesen a manchar sus grandes ojos verdosos.