Bueno, este blog está prácticamente muerto desde que a mi tiempo le dio por decir hasta luego. Pero eso no significa que os vayáis a librar de que suba relatos cuando consiga comprar tiempo, así están las cosas.
Miedo
Noto cada uno de los vellos de mi
cuello erizándose. Poco a poco, van irguiéndose mientras pequeños escalofríos
se extienden por todo mi cuerpo.
Una brisa helada que dura un
momento, manda otro escalofrío directo a mi columna. Tras un segundo me planteo
si lo he imaginado, pero mi cuerpo sigue frío y en tensión.
No oigo nada, el silencio es
absoluto. Pero aun así imagino mi respiración y mis latidos, retumbando dentro
de mí y desvelándome. Al poco, comienzo a imaginar los sonidos que haría el
causante de mi pánico si de verdad pudiera escuchar algo. Mi mente imagina
gritos que se escapan del purgatorio y el ruido de una dentadura que no ha
probado un bocado en eones.
Comienzo a notar un hormigueo que
se extiende desde mis omoplatos. Me tenso aún más, agitándome espasmódicamente.
Poco a poco extiendo mi mano,
barriendo la pequeña sección delante de mí en busca de algo. No sé exactamente
que busco, mi mente no deja de repetirme que un arma sería inútil, pero a su
vez lo veo como lo único que me daría alguna esperanza. Sin embargo delante de
mí solo hay una nada viscosa, un espacio denso oscuro e intangible.
El frío regresa, esta vez
trepando desde mis tobillos. Olvido el tacto que tenía el suelo bajo mis pies,
pues ya no siento en ellos más que frío.
Me encojo, en parte para
protegerme del frío en parte para controlar el temblor.
Mi saliva se seca antes de llegar
a la garganta. No noto el calor de mi aliento pese a tener mis manos
cubriéndome el rostro. Y noto el aire encima de mí como si pesara toneladas.
Lentamente, con una parsimonia
torturante, dejo de sentir mi propio cuerpo. Mi respiración y mis latidos de
silencian, pero siguen estado ahí. Pero ya no me noto a mí misma, solo noto el
frío que sé que me recorre.
Y aún más lentamente, su
presencia se va haciendo concreta. Noto su cuerpo tras de mí. Demasiado lejos
como para poder tocarme pero lo suficientemente cerca como para sentir el frío
que emana de él.
Sé que en medio de la oscuridad,
en algún punto que no puedo ver más que con el rabillo del ojo, se alza oscuro
e imponente. Su forma es cambiante y no veo más que sombras moviéndose en la
oscuridad.
No me atrevo a girarme. Le temo y
él lo sabe, de eso se ha estado alimentando todo este tiempo. De miedo ha
nacido y no morirá, lo sé porque ahora mismo todo lo que queda de mí es el
miedo.
Sigue creciendo y cada vez noto
más su presencia. No me hace falta girarme para saber que se está acercando.
He vuelto a sentir dónde está mi
corazón. Noto el frío envolviendo ese punto en lo que debe ser mi cuerpo
mientras la sombra se acerca, volviendo con cada centímetro más negra la
oscuridad.
Y de pronto el punto se pierde
entre el frío. Y poco a poco el frío se convierte en dolor, un dolor punzante
que me atraviesa.
Y sin darme cuenta, la negrura absoluta
ha acabado por cerrarse en torno a mí. Y de golpe vuelvo a sentir mi propio
cuerpo, siendo despedazado.
Y lo último que siento antes de
que mi consciencia sea devorada por la oscuridad es un grito. Mi propio grito
de terror, agudo y doloroso, me acompaña a la nada.