Bueno, quisiera aclarar que esto es un post completamente sobre la
marcha. Sin contemplaciones os echaré cualquier cosa que se me venga a
la cabeza por los siguientes momentos. No sé cual será la siguiente
palabra que escriba, ni si haré una reflexión, una historia o un chiste
malo. O quizá me pase todo el post diciendo qué quiero hacer, quien sabe
(yo seguro que no).
Empezaremos con una mañana de verano. Todas
las historias que se tornan mal, empiezan las mañanas de verano, aunque
acaben con tormentas más propias del crudo invierno.
Unos niños
juegan en la calle, son cuatro. El mayor, de no más de diez años lleva
un pequeño avión de juguete y da vueltas al rededor del más pequeño, que
con su casco de soldado de juguete, hace como si disparase a los cazas
de los niños que siguen al mayor. Sólo hay risas, ¿qué niño jugaría sin
el propósito de liberar alguna sonrisa?
De repente, unas campanas
suenan en el centro del pueblo. Los niños aprovechan las campanadas como
sonido para los tanques y continúan con su juego, ¿cómo van a saber
ellos que las campanadas a horas dispares siempre traen malas noticias?
No
es hasta que sus padres los llevan a rastras al centro del pueblo, que
se dan cuenta de que algo extraño pasa. Los amigos se separan unos de
otros. Los dos hermanos, el mayor y uno de los medianos, intentan que la
multitud, que cada vez es mayor, no los separe de su madre.
Al cabo
de unos escasos tres minutos, las casi dos mil personas que viven en el
pueblo, están reunidas en el centro de la plaza principal. Cuando han
pasado un par de minutos más, las campanas dejan de sonar y el alcalde
intenta hacerse escuchar por encima de los murmullos de impaciencia y
miedo. Los dos niños hace rato que perdieron a su madre, y ahora
simplemente intentan mantenerse juntos y evitar que la multitud los
aplaste.
La voz del alcalde apenas llega a los adultos, ni mucho
menos va a llegar a dos pequeños niños enlatados entre cientos de
personas. Alguna palabra les llega, repetida a su alrededor en susurros
furtivos.
Guerra, miedo, peligro, pero sobre todo, la palabra
masacre, repetida como un salmo, en apenas un susurro de miedo. Pronto
la multitud empieza a estar demasiado inquieta, se empieza a disolver,
pero todo es demasiado rápido y la gente nerviosa se va atropellando y
no mira a quien golpea. El mayor, intenta cubrir a su hermano pequeño,
mientras se dirigen a su casa, o al menos a donde él cree que está su
casa, ya que no puede orientarse realmente entre tanto alboroto.
De
pronto nota que alguien le da la mano a él y coge en brazos a su hermano
pequeño. Reconocen a su vecino, que los lleva hasta la puerta misma de
su casa, donde se encuentra su madre, buscándolos por todas partes con
mirada preocupada.
El resto del día fue un infierno, prisas y
nerviosismos para empaquetar algunas pertenencias. Al día siguiente se
fueron del pueblo.
No fue hasta mucho después que a los niños se les
ocurrió preguntar si volverían a su casa, ante la negativa, preguntaron a
sus padres el motivo. Ellos les dieron un único motivo: Deir Yassin
---
Obviamente
he corregido faltas y demás, pero no he cambiado nada de lo escrito.
¿Qué, os gusta el experimento? Porque a mi me ha encantado poder
escribir sin pensar después de tanto tiempo. Nos leemos.
[También lo publicaré en mi tumblr. ]
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